Alerta Sanitaria Contra Vapeadores es Alarmista

e Innecesaria

Durante la segunda mitad del 2019 en Estados Unidos se ha generado un pánico provocado por una gran ola de casos de más de 30 muertes y de más de 1.600 personas que han presentado, en circunstancias anómalas, graves enfermedades pulmonares.

La prensa ha insistido en responsabilizar de esto a la industria del vapeo, y bueno, precisamente por eso siempre cae bien aclarar que, el hecho de que sean dispositivos con resistencia y activados con batería, no los hace un cigarrillo electrónico

¿Por qué queremos hacer esta aclaración? Porque a inicios de este mes de noviembre el Ministerio de Salud de Costa Rica publicó una alerta sanitaria recomendando a la población no utilizar estos dispositivos.

Ante este panorama, a nivel local ya hay una respuesta por parte de la Asociación de Vapeadores de Costa Rica, que aclaró la generalización injustificada que se ha hecho sobre los productos para vapear, en detrimento de una industria que, también en nuestro país, funciona de manera regulada, con productos que cuentan con los permisos respectivos del Ministerio de Salud.

Resulta curioso que la motivación que despertó alarmas, sea una “recomendación” de la CDC (Centers for Disease Control) sobre detener esta práctica. Este mismo ente de salud aceptó, a partir de sustanciosos estudios médicos a pacientes, que lo que se ha asociado médicamente a estos padecimientos es la inhalación de aceite de tetrohidrocanabinol (THC) proveniente de productos no regulados, disponibles en el mercado negro, y esto ha ocurrido específicamente en Estados Unidos.

En Costa Rica, al igual a como pasó en el país norteamericano, parece que el pánico súbito le ganó a la razonabilidad y la búsqueda de un análisis de lo que ha provocado el problema y de las medidas por tomar.

Hay algo importante para tomar en cuenta: esta ola de problemas de salud es algo reciente, mientras que los productos de vapeo, legales y controlados por la FDA han sido ofrecidos en el mercado lícito por más de 10 años. Además, el fenómeno está ocurriendo exclusivamente en Estados Unidos, donde la población usuaria de vaporizadores ronda los 11 millones de personas.

Con estas noticias es evidente cómo en Costa Rica vienen encaminados algunos mecanismos políticos que buscan desestimular el uso de vaporizadores. Parece que viene la misma estrategia que ha habido en Estados Unidos, donde algunas políticas públicas se han visto motivadas, en parte, por la influencia económica de la millonaria industria tabacalera. Un crecimiento en la industria del vapeo significa, de manera inequívoca, una disminución en la venta de cigarrillos. 

Vapeadores como sustituto del cigarro tradicional

Según una nota publicada en CRhoy en Costa Rica, una de las razones por las que se propone el desestímulo de los vapeadores se relaciona con que haya pacientes preocupados por no poder dejar de usarlos. Una vez más, esta posición se siente idéntica a la que se ha tomado Estados Unidos, tanto por el grueso de la comunidad médica como por la prensa.

De manera contrastante, en Canadá o Inglaterra valoran estudios médicos que señalan los beneficios de los vaporizadores –por supuesto que de aquellos que estén regulados y previamente aprobados– como una alternativa que tiene una afectacion menor en la salud en comparación con el fumado tradicional. Además, es presentado como una alternativa conveniente para quienes buscan dejar el cigarrillo de tabaco.

Mientras que en los cigarrillos tradicionales hay cerca de 7.000 químicos, (entre ellos 60 conocidos cancerígenos y su consumo produce cerca de 480.000 muertes por año solo en Estados Unidos), se sabe que prácticamente es nula la población que nunca ha fumado y que comience a vapear. A la vez, se han reconocido cambios tanto objetivos como subjetivos en las personas que se pasan del cigarrillo a un vapeador.

Es necesario aclarar que, de ninguna forma se podría hablar de los vaporizadores como productos sin afecciones para la salud, no obstante, entidades de gran prestigio y validez como Public Health England han evidenciado en reportes que los cigarrillos electrónicos son al menos 95% menos dañinos que los cigarrillos tradicionales.

Si bien hay otras alternativas para quienes buscan dejar el cigarro, los parches y chicles no necesariamente tienen la misma efectividad en cualquier consumidor.

En una publicación de Diario Extra del 12 de noviembre, Daniel Salas, ministro de Salud asegura: “La autoridad sanitaria no aprueba los vaporizadores como un reemplazo o método para dejar de fumar y más bien, puede ser igual o más dañino que un cigarro normal”.

Su afirmación calza con la visión que se ha repetido a lo largo de los años en Estados Unidos, pero es contrastante cuando se mide la perspectiva que se ha tomado en otras fronteras.

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En Inglaterra, por ejemplo, se ha capitalizado el beneficio potencial del cigarrillo electrónico, inclusive alentándolo como un camino viable entre los fumadores. Esto se hace, por supuesto, sin dejar de advertir que no es un producto para menores de edad y que debe controlarse con políticas públicas (igual que en el resto de la Unión Europea), las emisiones del producto, estableciendo límites en la concentración de nicotina en las soluciones que se vaporizan.

La alerta sanitaria que se emitió en Costa Rica es innecesaria y hay mucho detrás de ella que debería ser tomado en cuenta en función de la diversidad de estudios que se han realizado en diferentes países sobre el vapeo. Una vez más, es importante valorar otras visiones más allá de la estadounidense sobre esta materia.

Enhorabuena es necesario desmitificar muchos argumentos que se usan en contra de esta alternativa y que, con su difusión, inclusive podrían estarle evitando una posibilidad a los consumidores que buscan oportunidad en otros productos.